TESTAMENTO DE SAN FRANCISCO DE ASÍS
1 El Señor medio de esta manera a mí, hermano Francisco, el
comenzar a hacer penitencia: porque, como estaba en pecados, me parecía
extremadamente amargo ver a los leprosos.
2 Y el Señor mismo me condujo entre ellos, y practiqué la
misericordia con ellos.
3 Y al apartarme de los mismos, aquello que me parecía
amargo, se me convirtió en dulzura del alma y del cuerpo; y después me detuve
un poco, y salí del siglo.
4 Y el Señor me dio una tal fe en las iglesias, que así
sencillamente oraba y decía:
5 Te adoramos, Señor Jesucristo, también en todas tus
iglesias que hay en el mundo entero, y te bendecimos, porque por tu santa cruz
redimiste al mundo.
6 Después, el Señor me dio y me da tanta fe en los sacerdotes
que viven según la forma de la santa Iglesia Romana, por el orden de los
mismos, que, si me persiguieran, quiero recurrir a ellos.
7 Y si tuviera tanta sabiduría cuanta Salomón tuvo, y hallara
a los pobrecillos sacerdotes de este siglo en las parroquias en que moran, no
quiero predicar más allá de su voluntad.
8 Y a éstos y a todos los otros quiero temer, amar y honrar
como a mis señores.
9 Y no quiero en ellos considerar pecado, porque discierno en
ellos al Hijo de Dios, y son señores míos. 10Y lo hago por esto, porque nada
veo corporalmente en este siglo del mismo altísimo Hijo de Dios, sino su
santísimo cuerpo y su santísima sangre, que ellos reciben y ellos solos
administran a los otros.
11 Y quiero que estos santísimos misterios sean sobre todas
las cosas honrados, venerados y colocados en lugares preciosos.
12 Los santísimos nombres y sus palabras escritas,
dondequiera que los encuentre en lugares indebidos, quiero recogerlos y ruego
que se recojan y se coloquen en lugar honroso.
13 Y a todos los teólogos y a los que nos administran las
santísimas palabras divinas, debemos honrar y venerar como a quienes nos administran
espíritu y vida (Jn 6,64).
14 Y después que el Señor me dio hermanos, nadie me ensañaba
qué debería hacer, sino que el Altísimo mismo me reveló que debería vivir según
la forma del santo Evangelio.
15 Y yo hice que se escribiera en pocas palabras y
sencillamente, y el señor Papa me lo confirmó.
16 Y aquellos que venían a tomar esta vida, daban a los
pobres todo lo que podían tener (Tob 1,3); y estaban contentos con una túnica,
forrada por dentro y por fuera, el cordón y los paños menores.
17 Y no queríamos tener más.
18 Los clérigos decíamos el oficio como los otros clérigos;
los laicos decían los Padrenuestros; y muy gustosamente permanecíamos en las
iglesias.
19 Y éramos iletrados y súbditos de todos.
20 Y yo trabajaba con mis manos, y quiero trabajar; y quiero
firmemente que todos los otros hermanos trabajen en trabajo que conviene al
decoro.
21 Los que no saben, que aprendan, no por la codicia de
recibir el precio del trabajo, sino por el ejemplo y para rechazar la
ociosidad.
22 Y cuando no se nos dé el precio del trabajo, recurramos a
la mesa del Señor, pidiendo limosna de puerta en puerta.
23 El Señor me reveló que dijésemos el saludo: El Señor te dé
la paz.
24 Guárdense los hermanos de recibir en absoluto iglesias,
moradas pobrecillas y todo lo que para ellos se construya, si no fueran como
conviene a la santa pobreza que hemos prometido en la Regla, hospedándose allí
siempre como forasteros y peregrinos (1 Pe 2,11).
25 Mando firmemente por obediencia a todos los hermanos que,
dondequiera que estén, no se atrevan a pedir documento alguno en la Curia
romana, ni por sí mismos ni por interpuesta persona, ni para la iglesia ni para
otro lugar, ni con miras a la predicación, ni por persecución de sus cuerpos;
26 sino que, cuando en algún lugar no sean recibidos, huyan a
otra tierra para hacer penitencia con la bendición de Dios.
27 Y firmemente quiero obedecer al ministro general de esta
fraternidad y al guardián que le plazca darme.
28 Y del tal modo quiero estar cautivo en sus manos, que no
pueda ir o hacer más allá de la obediencia y de su voluntad, porque es mi
señor.
29 Y aunque sea simple y esté enfermo, quiero, sin embargo,
tener siempre un clérigo que me rece el oficio como se contiene en la Regla.
30 Y todos los otros hermanos estén obligados a obedecer de
este modo a sus guardianes y a rezar el oficio según la Regla.
31 Y los que fuesen hallados que no rezaran el oficio según
la Regla y quisieran variarlo de otro modo, o que no fuesen católicos, todos
los hermanos, dondequiera que estén, por obediencia están obligados,
dondequiera que hallaren a alguno de éstos, a presentarlo al custodio más
cercano del lugar donde lo hallaren.
32 Y el custodio esté firmemente obligado por obediencia a
custodiarlo fuertemente día y noche como a hombre en prisión, de tal manera que
no pueda ser arrebatado de sus manos, hasta que personalmente lo ponga en manos
de su ministro.
33 Y el ministro esté firmemente obligado por obediencia a
enviarlo con algunos hermanos que día y noche lo custodien como a hombre en
prisión, hasta que lo presenten ante el señor de Ostia, que es señor, protector
y corrector de toda la fraternidad.
34 Y no digan los hermanos: "Esta es otra Regla";
porque ésta es una recordación, amonestación, exhortación y mi testamento que
yo, hermano Francisco, pequeñuelo, os hago a vosotros, mis hermanos benditos,
por esto, para que guardemos más católicamente la Regla que hemos prometido al
Señor.
35 Y el ministro general y todos los otros ministros y
custodios estén obligados por obediencia a no añadir ni quitar en estas
palabras.
36 Y tengan siempre este escrito consigo junto a la Regla.
37 Y en todos los capítulos que hacen, cuando leen la Regla,
lean también estas palabras.
38 Y a todos mis hermanos, clérigos y laicos, mando
firmemente por obediencia que no introduzcan glosas en la Regla ni en estas
palabras diciendo: "Así han de entenderse".
39 Sino que así como el Señor me dio el decir y escribir sencilla
y puramente la Regla y estas palabras, así sencillamente y sin glosa las
entiendan y con santas obras las guarden hasta el fin.
40 Y todo el que guarde estas cosas, en el cielo sea colmado
de la bendición del altísimo Padre y en la tierra sea colmado de la bendición
de su amado Hijo con el santísimo Espíritu Paráclito y con todas las virtudes
de los cielos y con todos los santos.
41 Y yo, hermano Francisco, pequeñuelo, su siervo, les
confirmo, todo cuanto puedo, por dentro y por fuera, esta santísima bendición.
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