“Así habla el Señor, Dios de Israel: Maldito sea el hombre
que no escucha las palabras de esta Alianza, que yo prescribí a los padres de
ustedes, el día en que los hice salir de la esclavitud, de ese horno para
fundir el hierro. Yo les dije: Escuchen mi voz y obren conforme a todo lo que
les prescribo; entonces ustedes serán mi Pueblo y yo seré su Dios. Así
mantendré el juramento que hice a sus padres, de darles una tierra que mana
leche y miel, como sucede el día de hoy” (Jer 11,3-5).
“Jesús les dijo: He recibido todo poder en el cielo y en la tierra. Vayan, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos,
bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a cumplir todo lo que yo les he mandado. Y yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin del
mundo" (Mt 28,18-20). Parte de este “todo” que es deseo de Dios, es sin
duda, hasta el último rincón del Perú. Y El Señor ha dicho que: “Al entrar en
una casa, saluden invocando la Paz” (Mt 10,12). ¿Cómo vivir en la paz? Jesús nos
dice: "Ustedes saben que los jefes de las naciones dominan sobre ellas y
los poderosos les hacen sentir su autoridad. Entre ustedes no debe suceder así”
(Mt 20,25-26). Porque “todos ustedes son hermanos” (Mt 23,8).
ACTA DE INDEPENDENCIA DEL PERÙ
“El Perú es desde este momento libre e independiente por la voluntad
general de los pueblos y por la justicia de su causa que Dios defiende”
La proclamación de la Independencia del Perú constituye sin
lugar a dudas, uno de los hechos más trascendentales de la historia de América,
ya que la liberación del Perú era muy importante para la seguridad de las
naciones circundantes, pues allí se hallaba el núcleo del poderío español en
Sudamérica. Por ello fue que el Ejército Unido Libertador del Perú, al mando
del general José de San Martín, arribó al Perú procedente de Chile.1 Ya en
territorio peruano recibieron el apoyo de la población, especialmente en el
norte, donde una inmensa jurisdicción, la Intendencia de Trujillo, se sumó a la
causa independentista sin violencia, bajo el mando del marqués de Torre Tagle.
Tras Trujillo, sucesivamente juraron la independencia Piura, Cajamarca,
Chachapoyas, Jaén y Maynas; antes ya lo había hecho Lambayeque. El mismo San
Martín reconoció posteriormente que si no hubiera sido por el apoyo masivo del
norte peruano, se habría visto en la necesidad de volver a Chile para
reorganizar sus fuerzas, ya que estas eran inferiores a las fuerzas
virreinales.
San Martín estableció su cuartel general en Huaura, al norte
de Lima. Fue en Huaura donde por primera vez proclamó la independencia del
Perú, en noviembre de 1820. Lima, la capital virreinal, se vio amenazada por el
avance del ejército libertador y el acoso de las montoneras patriotas (estas
mayormente conformadas por hombres andinos). A comienzos de julio de 1821 se
vivía en Lima una tremenda escasez de alimentos, debido precisamente al asedio
de las montoneras, que cortaron las vías de comunicación con el exterior. Las
tropas realistas no contaban con recursos y los patriotas ya habían conseguido
importantes victorias al interior del país, en tanto la población entera
reclamaba la presencia del libertador.
El 5 de julio de 1821, el virrey del Perú José de la Serna,
anunció a los limeños que abandonaba la ciudad, señalando al Callao como
refugio para quienes se sintiesen inseguros en la capital. Muchos vecinos
españoles y criollos se trasladaron entonces a dicho puerto, buscando amparo en
la Fortaleza del Real Felipe, mientras que el virrey se retiraba con sus
fuerzas hacia la sierra central, dejando solo una guarnición en el Real Felipe,
al mando de José de la Mar. El mismo virrey, mediante carta, invitó a San
Martín para que entrara de una vez en Lima, antes que lo hicieran las
montoneras indias, pues temía que estas pudieran cometer excesos.
El 9 de julio las primeras tropas libertadoras ingresaron a
Lima. En la noche del 12 de julio lo hizo el mismo general San Martín y dos
días después todo el Ejército Libertador. Ese mismo día, 14 de julio, San
Martín, instalado ya en el Palacio de los virreyes, invitó al Ayuntamiento a
jurar la Independencia. Este Cabildo, el segundo establecido por elecciones
durante el Virreinato, había sido elegido el 07 de diciembre de 1820 según las
bases de la Constitución de 1812 que restableció Fernando VII.
El sábado 28 de julio de 1821, siguiendo los protocolos
virreinales, José de San Martín salió del palacio de Lima a las 10 a.m. junto a
un numeroso séquito a caballo. Lo componían, primeramente, las autoridades de
la Universidad de San Marcos vestidas con toga y birrete, luego, los altos
miembros del clero y los priores de los conventos, después, los jefes militares
del Ejército patriota y, finalmente, los títulos de Castilla y los caballeros
de las órdenes de caballería, acompañados por los oidores de la Real Audiencia
y los regidores perpetuos del Cabildo. Precedido de este cortejo, venía San
Martín flanqueado por el conde de San Isidro, a la izquierda, y el marqués de
Montemira, a la derecha, quien como portaestandarte llevaba la flamante bandera
diseñada por el libertador. Detrás de ellos iban el conde de la Vega del Ren,
los altos jefes del Ejército y un escuadrón de húsares. Flanqueaban la marcha
los Alabarderos de de la Guardia Real.
Al llegar al tabladillo armado en la Plaza Mayor de Lima,
frente a un público de más de 16.000 personas, San Martín recibió la bandera
del marqués de Montemira y proclamó:
"El Perú es
desde este momento libre e independiente por la voluntad general de los pueblos
y por la justicia de su causa que Dios defiende.
¡Viva la patria!
¡Viva la libertad!
¡Viva la
independencia!"
(¡Viva el Perú!)
La misma ceremonia se repitió en la plazuela de La Merced y,
luego, frente al Convento de los Descalzos.
Al terminar las proclamas, San Martín y el cortejo
regresaron al palacio de los Virreyes, donde recibieron a Lord Cochrane, quien
acababa de arribar al Callao. En la tarde, siguieron las celebraciones con una
corrida de toros en la Plaza de Acho y, en la noche, con una recepción en el
palacio municipal.
Basil Hall, al comentar la ceremonia, culmina: “Sus palabras
fueron recogidas y repetidas por la multitud que llenaba la plaza y las calles
adyacentes, mientras repicaban todas las campanas y se hacían salvas de
artillería entre aclamaciones como nunca se había oído en Lima”. Fragmentos de
la carta que mandó Tomás Guido, amigo de San Martín, a su esposa sobre las
Ceremonias de 28 de Julio de 1821:
"...El 28 del mes anterior se juró en esta capital la
Independencia del Perú. No he visto en América un concurso ni más lúcido ni más
numeroso. Las aclamaciones eran un eco continuado de todo el pueblo... Yo fui
uno de los que pasearon ese día el estandarte del Perú independiente... Jamás
podría premio alguno ser más lisonjero para mí, que ver enarbolado el
estandarte de la libertad en el centro de la ciudad más importante de esta
parte de América, cumpliendo el objeto de nuestros trabajos en la campaña ...
). En esa misma noche se dio refresco y baile en el cabildo. Ninguna tropa
logró contener la aglomeración de gente y no pudo lucir el ambiguo que se
preparó para los convidados (...). En la noche siguiente se dio en el palacio
del general un baile, al que asistieron todas las señoras, esto requeriría una
descripción particular para lo que no tengo tiempo. La compostura con que se
presentaron aquellas era elegante... Yo bailé mi contradanza de etiqueta con
una señora y me separé con mis amigos a analizar los efectos de la política del
gobierno antiguo"
Tanto la firma del Acta como la proclamación de la
Independencia del Perú fueron meras formalidades, podría decirse hasta
simbólicas. Las fuerzas realistas continuaron dominando las regiones más
extensas, más pobladas y más ricas del país: la sierra central y todo el sur
peruano, teniendo como nueva capital virreinal al Cuzco. De hecho, Lima volvió
a ser ocupada eventualmente por las tropas realistas. No sería sino hasta 1824
cuando se pondría fin a la dominación española en el Perú.
“Yo advierto a todos los que escuchan las palabras
proféticas de este Libro: "Si alguien pretende agregarles algo, Dios
descargará sobre él las plagas descritas en este Libro. Y al que se atreva a
quitar o agregar alguna palabra a este Libro profético, Dios le quitará su
parte del árbol de la vida y de la Ciudad santa, que se describen en este
Libro" (Ap 22,18-19). Así pues, las hojas de la historia de nuestro Perù
son muy sagradas porque son bendecidas por Dios. El mejor regalo a ella es nuestro
servicio en la paz y el bien.